NO HAY REVOLUCIONES TEMPRANAS..... CRECEN DESDE EL PIE!

domingo, 25 de noviembre de 2012


Lugo: los límites de la centroizquierda

L

uego de la devastación provocada por argentinos y brasileños en la guerra de la Triple Alianza, sobre las ruinas del país el general Caballero (héroe de guerra transformado en líder de los latifundistas) fundó a fines del s. XIX la Asociación Nacional Republicana, más conocida como el Partido Colorado, ligado a terratenientes brasileños. Los liberales (representantes locales de la burguesía porteña) fundaron poco después su propio partido, que se conserva en la actualidad como Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA, o los Azules). Salvo 18 meses de revolución nacionalista entre 1936 y 1937, toda la historia paraguaya entre 1870 y 2008 se encuentra dirigida por personajes de uno u otro sector.

Si el partido Colorado no tiene inconvenientes en ser reconocido como representante de los contrabandistas y narcotraficantes (la “narcodemocracia”), los liberales tampoco ofrecen alternativas, ya que su objetivo es acomodarse con dichos sectores y sus poderosos sobornos una vez instalados en el poder. Y la izquierda partidaria, salvo excepciones, nunca fue lo suficientemente fuerte y representativa como para pelearle a estas dos fuerzas tradicionales.

Irrumpió un obispo en la historia.

El gran mérito del ex obispo Lugo fue el de transformarse en un candidato creíble para los enormes sectores postergados de la sociedad: campesinos minifundistas, campesinos sin tierra, “microempresarios” (eufemismo para definir a los vendedores ambulantes y de mercados populares), etc. La clase obrera como tal es muy pequeña en el país y no tiene hasta el momento una representatividad numérica que la haga importante en el panorama social, ni los partidos autodefinidos como de izquierda se hallan arraigados en ella.

Cuando Lugo ganó la presidencia provocó el escozor de las clases dominantes, ante su temor a reformas agrarias o legalización de ocupaciones de tierras, en especial. Pero el nuevo presidente fue calmando los miedos de los poderosos, nada de eso ocurrió. Incluso fue el mismo presidente quien, en un error político que terminó pagando con su destitución, frenó la ola de movilizaciones populares que se estaba generando debido a la esperanza en su persona. Aparecieron entonces numerosas organizaciones sociales y políticas (agrupadas en el Frente Guasu), pero divorciadas de las verdaderas demandas de la población, y dentro de ella, específicamente del campesinado, que es la clase más dinámica en la lucha social.

Cocinando la destitución.

Desde el Parlamento y el Poder Judicial, los sectores azules y colorados controlaban cada paso del presidente y de acuerdo a eso –según lógicas propias- iban midiendo cuánto aire se le podía dar. Ya en una fecha tan lejana como el verano de 2010 se habían sucedido varias reuniones entre el vicepresidente (del PLRA), varios parlamentarios de su partido y la embajadora de los EEUU. Pero debido al rumbo cada vez más titubeante del gobierno, la diplomática les conminó a no hacerle juicio político. En la geopolítica yanqui, era una pieza importante en la “marea Rosa” (junto al Frente Amplio uruguayo y al PT brasileño, con Lula y Dilma), frente a la “marea Roja” que representa para ellos el eje Ecuador-Venezuela-Bolivia.

Ya muchas veces hemos analizado desde Sendas Guevaristas la debilidad que representa para un gobierno que se pretende considerar progresista la falta de apoyo popular masivo, y en las calles para defender cada pequeño triunfo frente a los poderosos: en el caso paraguayo, la narcoburguesía y los terratenientes sojeros, aliados a los funcionarios colorados y liberales. Si bien el gobierno no afectaba en lo más mínimo dichos intereses, la aparición del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) que colaboró activamente en la recuperación de tierras para las familias campesinas, puso el grito en el cielo para los parlamentarios. Ya había sido aprobada previamente una ley Antiterrorista casi calcada a la nuestra y autorizada la presencia de soldados estadounidenses en varias bases, pero a eso se le agregó el Estado de Excepción a departamentos del Norte y el envío de gran cantidad de efectivos militares a los mismos. Y hubo algunas ocupaciones de tierras, siempre reprimidas por la policía. Precisamente una de ellas (en campos de un dirigente político colorado) ocasionó 17 muertos entre campesinos y policías. A pesar de que Lugo no sólo ordenó el operativo, sino que confirmó que seguiría reprimiendo en caso de repetirse, la excusa era perfecta para que la corporación narcopolítica lo volteara. El final de la historia es conocido: juicio político, en el cual uno de los cargos fue el de permitir el quebrantamiento de la propiedad privada, otro fue el de colaborar con la guerrilla; y una destitución aprobada casi por unanimidad, incluso por el PLRA, supuesto aliado del presidente.

Demás está decir que Lugo no ayudó en nada a la guerrilla, a la que ordenó reprimir enviando para ello a las Fuerzas Armadas. Y también, que si realmente hubiese cumplido con su promesa electoral de realizar una reforma agraria, sí hubiese tenido el respaldo masivo de la clase mayoritaria, el campesinado minifundista y el campesinado sin tierra. Y entonces sí se hubiera podido poner en duda el eterno dominio de la mafia que se roba todas las riquezas paraguayas a costa de uno de los pueblos más pobres de América Latina. Queda repetida una antigua lección: la socialdemocracia fracasará si no se instala de la mano del apoyo popular, cosa que suele no hacer por miedo a ir más allá de lo “políticamente correcto”. Mientras, habrá que esperar que las fuerzas revolucionarias logren soportar el embate fascista que se está llevando a cabo sobre los sectores más lúcidos de los movimientos agrarios, y puedan ir organizando un proyecto de abajo hacia arriba, no uno como el que acaba de demostrar lo corto de sus límites.

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