Cuando el Paraguay
fue independiente de verdad…
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s
por demás conocido que el origen cultural de la nacionalidad paraguaya se
remonta a la cultura guaraní, que se había expandido en ciertos rasgos
esenciales –idiomas y dialectos, prácticas económicas y religiosas, mitos y
leyendas- por gran parte del centro y Norte de Sudamérica, e incluso en el
Caribe. Los indígenas caribes y arhuacos son grupos tupí guaraníes que buscaron
su expansión por las Antillas. Y a pesar de esta enorme influencia cultural,
desde el Plata hasta el Caribe, nunca buscaron ejercer el dominio político por
fuera de las tierras comunales de cada tribu. Practicaban lo que Marx y Engels
llamaron el comunismo primitivo, aunque ya se estaba desarrollando la
agricultura como complemento alimentario.
La
supuesta integración pacífica con los conquistadores españoles (acotada, por
cierto, sólo a la gobernación del Paraguay) encierra, olvidada, la lucha de los
pobladores del área de Asunción, que pelearon hasta ser muertos o esclavizados.
El cacique Lambaré quedó recordado en el nombre del cerro situado en la
capital. La forma clásica de dominio español, en aquellos primeros años, fue la
obtención de mujeres. Hasta la misma España llegaron las noticias acerca del
escandaloso “Paraíso de Mahoma” sudamericano, en alusión a la poligamia
permitida a los musulmanes y pecaminosa para los cristianos.
Ya
a mediados del s. XVIII se produjo un suceso que se recuerda como antecedente
de la independencia: la
Revolución de los Comuneros. Se trató de un levantamiento
general en defensa de la propiedad comunitaria al estilo guaraní, que logró ser
reprimido con refuerzos enviados meses más tarde desde Buenos Aires.
Por
eso, cuando Belgrano, antes de retirarse luego del heroico combate de Tacuarí,
habló con los generales Yegros y Cabañas y les explicó a qué había ido con ese
ejército, apenas se necesitaron 65 días hasta que el pueblo se sacó de encima
dos dominios a la vez: el de España y el de Buenos Aires. Poco después se hizo
cargo del gobierno el doctor Gaspar Francia –ninguneado por la historiografía
argentina- que revivió las bases generales del sistema guaranítico pero
aplicándolo a un país entero. Así, el jacobino mulato a quien en el resto de
Sudamérica se trataba de tirano logró junto al pueblo evitar las guerras
civiles que desangraron al resto de los Estados en formación. Libertad a los
esclavos, educación pública y gratuita que acabaron (hace 180 años) con el
analfabetismo, estancias del Estado donde se producía y también se podía tomar
lo que se necesitara, monopolio estatal sobre las exportaciones, cierre de las
importaciones, uso de la lengua propia a la par de la impuesta por los
conquistadores… ¿Cómo no lo iban a llamar “tirano oscurantista” personas como
Rivadavia, Rosas o el emperador del Brasil?
Muerto
Francia llegó el turno de Carlos Antonio López, quien avanzó más aún, con una
base tan sólida. Construyó una acería, ferrocarril, fábrica de cañones,
astilleros, educación secundaria, mandó estudiantes becados a Francia. Eso ya
se les hizo insoportable a los librecambistas, tanto a los sudamericanos como a
sus protectores de los países industrializados. El sucesor de López, su hijo
Francisco Solano, tuvo que hacer frente ya hacia 1859 a la entrada en aguas
jurisdiccionales de una fragata estadounidense (¿y la “soberanía nacional”
argentina sobre el Paraná?), expulsada desde la costa a punta de lanza. Fue el
preludio de lo que vendría, había que mostrar a los ojos de tantos pueblos
todavía no del todo controlados en el mundo lo que les pasarían si tomaran ese
camino.
Como
no se podía atacar al Paraguay sin motivo, los liberales argentinos y el
emperador brasileño provocaron un golpe de estado en Uruguay. El gobierno
depuesto, Blanco, era partidario de Solano López. El entrante, Colorado, de los
porteños y del Brasil. El presidente paraguayo se sintió encerrado en una pinza
que le cortaba el río de la Plata. Lo
demás es historia conocida: intervención paraguaya, Guerra de la Triple Alianza. Aunque se trató
de evitar durante más de un siglo en la historia de nuestro país, no hay que
olvidar que los soldados “voluntarios” argentinos (excepto los porteños y
rosarinos) fueron llevados engrillados hasta el teatro de operaciones. Y los
brasileños eran esclavos, a quienes se les prometía la libertad a cambio de
meterse a pelear. Los uruguayos eran un número insignificante, porque los
Blancos habían iniciado la guerra civil en su propio país, así como en
Argentina lo hiciera Felipe Varela.
El
Paraguay que solemos imaginar, pobre, analfabeto, corrupto, mafioso, es el que
dejó la victoria aliada del 1º de marzo de 1870. Ese legado lleva más de 140
años y explica cómo y por qué los Colorados y Liberales siguen haciendo sus
negocios y que el pueblo tenga tantas dificultades para enfrentarlos con cierta
organización.
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