HISTORIA DE UNA REDONDA PASION
Comunicaciones
¿Cuántas veces sentimos los argentinos
que estamos al revés del resto del mundo? Esto, en todos los órdenes de nuestra
vida… también si vemos lo que pasa en nuestro fútbol. Más allá de las millones
de críticas fundamentables a la
AFA y a su zar Grondona, tenemos la posibilidad aún (no
sabemos cuánto más durará) de que nuestros clubes no sean S.A. como ocurre en
la enorme mayoría de los países donde los equipos están en los primeros planos.
Por eso mismo se ha vuelto común en Europa que los clubes no desciendan sólo
por merecimientos deportivos, sino también por bancarrota. Sobran ejemplos en
Inglaterra (Portsmouth), Italia (Parma, Salernitana que se hizo desaparecer) y
otras ligas de elite.
Lo máximo que se avanzó acá al respecto es
con los “gerenciamientos”, o sea la participación de grupos empresarios que
administren un club, dejando olvidada su democracia interna –elecciones por
parte de la masa societaria-. La mayoría de los casos resultaron nefastos
(Racing, Talleres, FCO, etc.). Belgrano pretende ser una excepción a la regla,
y por los resultados deportivos y económicos es lo menos impresentable en ese
sentido.
Lo que les ocurrió a muchos clubes, que no
dejan de ser ENTIDADES CIVILES SIN FINES DE LUCRO, es que su nivel de
endeudamiento los hizo inmanejables. Pero la ley de quiebras no se puede
aplicar por igual a un club (muchas veces con miles de hinchas, como Atlanta,
Racing o Temperley) que a una empresa cualquiera. Por eso, tanto estos equipos
nombrados como algunos más (p.ej. Dep. Español) debieron ser tratados como
casos especiales, para evitar su desaparición, muy costosa en términos
políticos para cualquier gobernante –con Atlanta se dio la particularidad de
que uno de los principales referentes menemistas, Moisés Ikonikoff, era
fanático de ese equipo-. De ese modo, varios clubes recibieron un “respirador
artificial” que les permitió volver a la competencia oficial y, de a poco, ir
recomponiendo sus finanzas.
Párrafo aparte merecen las actuales deudas
“impagables” de varios clubes importantes: River en primer término, pero
también Independiente, San Lorenzo, Racing…
En este sentido se enmarca la crisis de un
equipo de la Primera B
Metropolitana, Comunicaciones, que enfrentó una convocatoria de acreedores
derivada en pedido de quiebra. Y aquí es donde se da una paradoja que, bien
pensada, no es tal: quien hace todos los esfuerzos (incluso económicos) para
salvar al club y devolvérselo a sus socios es el gobierno macrista, mientras
que el sindicalista Hugo Moyano quiere comprarlo para transformarlo en Mutual
de Camioneros (y como armó un equipo llamado Camioneros en el Torneo Argentino
C, pasaría los derechos federativos para que su club juegue en la tercera
categoría del fútbol nacional). Los funcionarios de la derecha ultraliberal se
transforman en los buenos de esta historia, y los representantes de los
trabajadores son la viva imagen del Sr. Burns… encima, en un club fundado hace
81 años por los empleados del gremio de las comunicaciones (por eso su apodo es
“los carteros”, y el color de su camiseta y escudo el negro y amarillo, como lo
eran los del viejo sindicato de empleados del Correo).
Moyano se peleó con el gobierno nacional y
perdió la pata más importante de su apoyo para comprar el club. Macri, sin
hacer demasiado, queda como el gran defensor de los socios e hinchas. Como
tantas veces, estos manejos nos explican cómo el fútbol sirve a los
administradores capitalistas para convencernos acerca de su “bondad”.
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