8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer
Trabajadora.
Como
tantas otras efemérides, la del Día de la Mujer es una conmemoración a la cual
se le intenta vaciar de todo su contenido de clase y de lucha para que hombres
y mujeres la vivamos como un día para flores, bombones y olvido. En Argentina
se entregan medallas, se hacen homenajes y musicales para el deleite de quienes
puedan pagar la entrada. Así es que pasamos un grato día, nos volvemos a casa y
al día siguiente…volvemos a la realidad.
Esta
realidad que vivimos cotidianamente en Argentina, y en el mundo, donde los
salarios no alcanzan y la desocupación no es una elección nuestra sino una
planificación de los ricos que son los patrones a la vez. Son los mismos que no
dudan en achicar los presupuestos de salud, educación y todo lo que como pueblo
debemos tener garantizado por derecho y para ellos es sencillamente un GASTO.
En
nuestra realidad todas estas decisiones de los ricos y sus representantes
políticos afectan y dañan de manera particular a las mujeres. Es así como
(producto del miedo a la desocupación) hay casos en que los patrones obligan a
trabajar con pañales a las mujeres “para que no se pierda tiempo”, o reiterados
casos en que echan a mujeres embarazadas para no pagarles la licencia y cargas
sociales que les corresponde. Como otra consecuencia de la desocupación hace
algunas décadas vive la mujer (por lo menos en mayor medida que el hombre) una
realidad que la mercantiliza ya no solo como trabajadora sino como medio para
vender otras mercancías. La mujer modelo, promotora, vendedora, etc. todos
casos en que su propio cuerpo es expuesto con el objetivo de vender más
automóviles, televisores, cigarrillos, bebidas alcohólicas, celulares, y todas
las porquerías que quieren que les compremos.
A esa
humillación se ve sometida la mujer trabajadora en estos tiempos de crisis. Sin
embargo, no hay que equivocarse en el análisis, creyendo que el sometimiento es
del hombre hacia la mujer. El problema de la explotación de la mujer, su
degradación, las condiciones violentas, y demás no son una cuestión únicamente
de género. El sometimiento hacia la
mujer (y también al hombre) lo realizan el mundo de las mercancías y sus dueños
los patrones en su impulso a querer vender más y más, siempre. En el marco
del sistema capitalista la alineación de la humanidad llega al extremo de que
las personas somos meras mercancías, sólo objetos de uso por y para el sistema
dominante.
Salud,
educación, vivienda digna, condiciones laborales, sindicatos de y para los
trabajadores; tantos derechos que se supone debe garantizar el Estado, no son
más que reivindicaciones arrancadas al mismo Estado con la organización y lucha
de los y las trabajadoras a lo largo del tiempo.
Hagamos un esfuerzo para empezar
a desplazar el engaño de los medios de comunicación y la palabra oficial en
general.
El día de
la mujer nace a principios del siglo 20 porque en aquellos años se vivía en una
atmosfera de auge en las luchas y en la conciencia de los trabajadores en todo
el mundo. Huelgas que duraban semanas y hasta meses se sucedían en distintas
partes del mundo de Rusia a Estados Unidos pasando por nuestro país donde pudo
verse la furia de la clase patronal con los hechos de la Semana Trágica.
En una de
esas valientes luchas dadas por nuestra clase 129 trabajadoras de la fabrica
Cotton, en Nueva York, organizaron una protesta por sus 12 horas de trabajo y
por los miserables sueldos que recibían a cambio de estas agotadoras jornadas.
El “señor” Cotton no tuvo mejor idea que cerrar la fábrica con las mujeres
adentro y quemarlas vivas pensando que nadie iba a protestar jamás con
semejante “acción ejemplificadora”. Pero Cotton y cualquier otro asesino como
él se equivocan pensando que con represión nos van a acallar.
Aunque el
8 de marzo se celebraba en Rusia desde 1914, fue en el año 1917 donde las
mujeres rusas se amotinaron ante la falta de alimentos, dando inicio al proceso
revolucionario que triunfaría en octubre de ese mismo año.
Cuando se
conmemoró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de
mujeres participó públicamente en él. Además del derecho a voto y a ocupar
cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y
el fin de la discriminación en el trabajo. Tuvieron que pasar muchos años para que
se discutan estas justas demandas en el resto del mundo.
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