A lo largo de las
anteriores publicaciones hemos utilizado estudios e información del pasado para
poder entender la realidad actual. Creemos firmemente que no se puede analizar
el presente, para proyectar el futuro, sin tener en cuenta el pasado-inmediato y
no tanto a fin de entender ciertas dinámicas.
Nos encontramos pisando
fechas de gran valor histórico para nuestra clase. Pareciera que no existen
lazos en común entre unos y otros pero nada de eso es cierto, la lucha contra el
imperialismo por un lado y por la liberación por el otro se encontró presente en
cada una de estas fechas, independientemente de su desenlace posterior.
Nos parece interesante
ir desmenuzando lo antes expuesto de modo dialéctico ya que su análisis puede
echar luz al razonamiento sobre nuestra actualidad.
En el número anterior
hicimos referencia al desarrollo desigual de la Argentina , y que el mismo se
repitió en casi toda la colonia española. Lo que se conoce como la patria grande
latinoamericana jamás fue una gran nación unida, ya que sus lazos estaban atados
por una administración burocratizada que priorizó intereses externos y no el
desarrollo productivo local. Las colonias españolas, y también las portuguesas,
se desarrollaron en relación a la explotación de materias primas que había o se
producían en la región: oro, plata, caucho, guano, sal, cobre, azúcar, cacao,
ganadería, café, etc., en vistas a un mercado externo que devolvería el producto
bruto como mercancías manufacturadas en las industrias europeas. La política de
expoliación no terminó con la independencia de las colonias de la corona
española, sino que luego de quitarnos el grillete español tropezamos en la
dependencia económica de la corona del Reino Unido.
El proceso de conquista
española destruyó la estructura de producción existente en la zona sin poder
reemplazarla. Caso a destacar fue el que vivió el Perú, en el cual el Imperio
Inka estaba organizado por agrupación de comunas agrícolas y sedentarias con un
desarrollo interesante de la economía. Pero luego de la derrota del imperio en
manos de los españoles, la unidad incaica fue destruida y reemplazada por
pequeñas unidades aisladas y conectadas burocráticamente por la importación
productiva española. El botin de guerra fue repartido, y como diria Carlos
Mariategui “sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista,
echaron las bases de una economía feudal”.
En el caso de
la Argentina ,
a principios del siglo XIX poseía una industria artesanal en el interior del
país, que no pudo competir contra los intereses de la burguesía terrateniente y
comercial local asociados, desde aquel entonces, a la burguesía imperialista.
Los terratenientes ligados al negocio de los saladeros y curtiembres producían
para la industria inglesa materias primas y alimentos, mientras que los
comerciantes amasaban fortuna en el intercambio comercial de productos
extranjeros inundando el mercado local, con la consecuente destrucción del
pequeño artesano industrial.
Distinta fue la realidad
de la colonia inglesa, Estados Unidos principalmente, en donde la existencia de
una estructura de mercado interno, ligado a los pionners, colonos
británicos, favoreció el desarrollo capitalista que fue soldado firmemente
mediante una unión política. Así los sectores ligados a la industria ganaron la
primera pulseada en relación a la restructuración del modelo productivo del
país, y el desarrollo capitalista moderno del mismo.
Sin embargo, la
existencia de esta clase era nula en las colonias españolas. El pioneer español era incapaz de
crear núcleos de trabajo. La colonización española se caracterizó por su
desarrollo militar y eclesiástico, más que por su estructura político
-económico. Es por ello que liquidado el recurso de la fuerza de trabajo
originaria se acudió a la importación de negros esclavos, lo que tiñó del
carácter esclavista a una sociedad de tipo feudal. El elemento diferente en la
conquista española fue el de las organizaciones jesuitas. Estos en algunos
lugares de continente, principalmente en Misiones, suer de Brasil y el Paraguay,
lograron adaptar su estructura político-económica aprovechando las
características de la población Guariní, generando un desarrollo productivo
independiente a costa de la negación de sus costumbres y
religión.
La pequeña
burguesía industrial argentina, de carácter artesanal, no era sinónimo de
progreso sino de atraso, su capacidad productiva era incapaz de competir con la
europea, y los intereses del desarrollo del mercado interno, con producción
local, estaba ligado únicamente a las familias minoritarias del interior.
Desde aquel entonces
entraban en disputa los intereses de los productores provinciales contra los
terratenientes de Buenos Aires y su extensión por Córdoba, La Pampa (recién después de 1880),
Entre Ríos y Santa Fe. Estos últimos representaban la acumulación capitalista
productora de las exportaciones pero sin vistas de un desarrollo industrial,
independiente y nacional, mientras que los primeros intentaron un desarrollo
artesano-nacional sin posibilidades de progreso.
La disputa ganada por
los intereses agroexportadoras, expresado a través de las guerras civiles y el
exterminio de indios, derivó en la construcción de una economía argentina
capitalista semicolonia sujeta a la producción de alimentos y derivados.
Inglaterra jugo un rol importantísimo en este desarrollo ya que el mismo
favorecía sus intereses: importación de materias primas baratas argentinas,
exportación de productos manufacturados de gran valor a nuestro país. Todo
garantizado mediante los comerciantes anglo-argentinos del puerto de Buenos
Aires, y la amenaza militar para quien no cumpliera con los lineamientos
planificados para las economías periféricas.
Pero la injerencia
inglesa no se circunscribió al modelo productivo, ya para la segunda década del
siglo XIX comenzó a presionar en la imposición de empréstitos bancarios dando
origen a la eterna deuda externa argentina. El capital ocioso de la burguesía
fue a parar a los países atrasados, e Indo America fue uno de los destinos
“privilegiados”. Para 1824 el empréstito Baring dio inicio a la deuda que se
terminó de pagar en 1904 en 8 veces el importe recibido. Pero para garantizar el
pago de la misma no había mejor garantía que hipotecar TODAS las tierras y demás
bienes inmuebles de propiedad publica como se hizo en 1827.
En los primeros años del
naciente estado “la oligarquía de la bosta” comenzó a tener sus roces con las
distintas facciones de la clase dominante, en post de defender sus intereses. En
este caso el choque se dio con la burguesía comercial, que orientó sus miras
hacia el desarrollo del mercado interno y hasta la creación de poblados
relacionados a la agricultura, cosa que molestaba y mucho a los terratenientes
que solo miraban para Europa, y pretendían hegemonizar el control y usufructo de
la tierra. Pero estas diferencias eran menores ya que tenían varios puntos en
común en lo que refiere al monopolio de Buenos Aires de las ganancias del
puerto, avanzar y masacrar en la frontera a los pueblos originarios, mantener
relaciones carnales con Inglaterra y demás.
Pero uno de los
detonantes que en aquella época favoreció la concentración de capital en pocas
familias fueron las políticas impulsadas por el gobierno de Rivadavia y
continuadas por Rosas, que favorecieron a 538 propietarios obtener nada menos
que 8.6millones de hectáreas entre 1822 y 1830, y para 1840 unos 825
latifundistas concentraban una superficie que duplicaba el tamaño de Gran
Bretaña, en las zonas más fértiles del país. La falta de límites en la
adquisición de tierras y en la desregulación de la actividad productiva de la
mismas generaron la piedra fundacional de la estructura del campo argentino,
caracterizado por la concentración en pocas manos y la despoblación por un lado,
y la congregación humana en pocas ciudades por el otro.
Han pasado ya 200 años
de la independencia de la colonia española, y del posterior proceso antes
analizado. Sin embargo, los años no han mejorado la situación, la concentración
de la tierra en pocas manos se agudizó con el paso de los años, y el desembarco
de los pooles de siembra desde mediados del siglo XX ha favorecido esta
concentración. El éxodo del campo a la ciudad ha sido enorme en los últimos
años, y no solamente del resto de las provincias hacia las capitales, y sobre
todo a capital federal, sino también de los países limítrofes que viven
similares consecuencias. Éxodo que no tiene relación, como analizaremos en otra
nota, con la necesidad de mano de obra en las grandes urbes. La concentración de
capital en pocas manos se intensificó, de la mano de la destrucción de una clase
patronal nacional independiente, ya que su asociación a los monopolios
financieros internacionales es un hecho, y su presencia marca los tiempos de la
economía local.
Lejos de haber acabado
con el tema que damos por inicio en estos párrafos, seguiremos analizando
nuestro pasado, para así poder entender nuestro presente, y aportar en la
construcción de un futuro mejor.
Ganaron otra pulseada en 1865, con la erradicación del
modo de producción esclavista en los estados
confederados.
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