Iglesia Católica y
Estado Nacional: 200 años de amor y de guerra.
El pasado 15 de julio la argentina vivió un hecho
político histórico. La sanción de la ley 26.618 o más conocida de “matrimonio
igualitario”, es una conquista democrática que dividió las opiniones en la
sociedad argentina. Los sectores más conservadores no lo pudieron impedir.
Desde el período de
conquista la
Iglesia católica ha ocupado un rol importante en la trama
política de la
Argentina ; fue la matriz ideológica que justificó la invasión
castellana a nuestro continente. Con la imposición de esta minoría dominante en
las cruzadas indoamericanas se sucedieron campañas de masacre en nombre de Dios,
llevadas adelante por el ejército y el clero, que se convirtieron en
terratenientes. En la actualidad el estado Vaticano se ubicó y ubica por fuera y
por encima de los estados nacionales, en una relación por momentos carnal y en
otros de agudas rispideces.
Desconocemos todo
tipo de prejuicios por creencias religiosas, pero somos firmes respecto al
contenido de clase que tienen algunas instituciones religiosas. Este es el caso
de la Iglesia
católica en la argentina. Sin embargo no podemos dejar de reconocer, aunque en
tendencia decreciente en los últimos 50 años<!--[if
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el alto grado de influencia cultural que tiene el credo católico apostólico
romano en las más amplias masas. En los últimos tiempos hubo un alza en la
creación e impulso de otras iglesias como las evangélicas<!--[if
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pero el grueso de la sociedad argentina se reconoce culturalmente
católica.
Los enfrentamientos
entre gobierno e Iglesia son de larga data. Si bien en 1853 la Constitución
Nacional contempló la libertad de cultos (no fue así en la
libertad religiosa ya que) se mantuvo al catolicismo como religión oficial del
estado argentino. Sin embargo, los enfrentamientos entre el Estado y
la Iglesia no
tardaron en llegar. Entrando en la década de 1880 la institución católica tenia
grandes injerencias en la vida cotidiana, los nacimientos se registraban en las
parroquias, los cementerios eran para católicos –quienes profesaban otros cultos
debían ser enterrados en otros cementerios- y la educación pública era católica.
En 1881 y 1884 se promulgaron dos leyes que hicieron ruido: la Ley de Registro Civil y la ley
1420 que regulaba la educación como pública, obligatoria, gratuita y
laica. Un par de años más tarde, 1888, se instauró el matrimonio civil.
La secularización de
la institución católica hizo trinar al estado Vaticano, que como medida de
fuerza decidió sacar a su representante de Argentina hasta 1900.
Posteriormente con la
llegada de los gobiernos radicales, y en el marco de la efervescencia
internacional de lucha de clases, que para esos años hizo nacer la triunfante
revolución rusa de octubre, la línea más conservadora del Vaticano redobló su
apuesta a escala mundial. La tendencia contra liberales, comunistas, socialistas
y anarquistas se institucionalizó en todo el mundo, sintetizándose en el
posterior nazi-fascismo. En la
Argentina eran épocas de grandes conflictos. La ley de
residencia sancionada en 1907 nos sirve como ejemplo de esto, ya que se
perseguía hasta la expulsión del territorio a todo extranjero que intentara
poner en jaque el dominio patronal.
Para 1912 un nuevo
chispazo entre gobierno e Iglesia se protagonizaría con la ley de voto
universal, secreto y obligatorio para todos los varones. El acceso al voto
popular de grandes masas obreras era la válvula de escape necesaria para
apaciguar las aguas recalentadas por la lucha de clases. La influencia de las
corrientes migratorias que aportaban a las masas obreras del campo y la ciudad
la experiencia de jóvenes socialistas y anarquistas europeos puso en jaque el
status quo de la clase dominante. El gobierno radical de Irigoyen buscó una
tregua con la
Iglesia y cedió accediéndole participación en los asuntos
públicos, a cambio de que el nuevo arzobispo porteño fuera alguien cercano a los
deseos gubernamentales. Luego de la elección realizada por el poder legislativo
monseñor Miguel de Andrea resultó electo. Roma no tardó en rechazarlo, pese al
acuerdo previo, con la consecuente pérdida del embajador del Vaticano por los
siguientes 2 años.
Con la llegada del
golpe militar de 1930 la
Iglesia católica hace su reaparición de la mano del partido
militar, del cual algunos sectores aun no se han despojado hasta el presente.
Los conceptos de Iglesia y Nación iban de la mano. El aparato estatal se puso a
disposición absoluta de la institución religiosa en busca de la evangelización
de la sociedad. Una nueva cruzada en tiempos modernos. La cúpula eclesiástica se
asoció naturalmente al paradigma nacional y cristiano de todos los gobiernos de
facto. Tamaña sociedad se materializó en 1943 con el decreto que garantizaba la
enseñanza religiosa en escuelas públicas, en contra de la ley
1420.
Para la
primera presidencia de Juan Domingo Perón las relaciones volvieron a tensarse,
las medidas tomadas por la administración afectaban los intereses de
la Iglesia. La
supresión de la ley de enseñanza religiosa en colegios públicos, la sanción de
la ley de divorcio, la legalización los prostíbulos y la separación
entre Iglesia y Estado fueron medidas intolerables para la curia católica. No
deberíamos olvidar que vieron con muy malos ojos la aprobación del voto
femenino. Pocos años más tarde fueron cómplices del bombardeo a la Plaza de Mayo en el golpe
militar de 1955, con más de 300 civiles muertos. A su vez para 1957, durante el
gobierno de facto de Rojas, la
Iglesia logró avanzar fuertemente en las políticas sociales,
pero no logró la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas públicas, y si
la apertura de universidades católicas en el país, entre otras
medidas.
Tiempos de teología
para la liberación.
Como a lo
largo de la historia moderna, la injerencia de la institución católica siguió el
compás de la lucha de clase, siempre oficialmente por derecha de los procesos
que las masas protagonizaban, el papel asumido buscó salvaguardar las ganancias
de los explotadores de siempre. La comunidad de la Iglesia y sus fieles fueron influidos
por la agudización de lucha de clases. En las décadas siguientes, la cúpula de
la Iglesia , y lo
sectores más conservadores de la comunidad religiosa, fueron cómplices en
argentina y el mundo del terrorismo de estado. Las relaciones carnales entre el
clero, el partido militar y los civiles que financiaban económica e
ideológicamente el terrorismo no tuvieron límites. La persecución y entrega de
los fieles que militaban en barrios, sindicatos y/o partidos políticos fue
constante. Tal como alegan los últimos informes publicados en el diario
Pagina12, en el cual se acusa directamente al actual arzobispo monseñor
Bergoglio de entregar a los curas que trabajaban en las villas del conurbano
bonaerense. También el asesinato el 11 de mayo de 1974 por parte de la triple A
del Carlos Mujica, conocido cura de la villa 31.
En
Electrum nº 307 de 1971, periódico del sindicato Luz y Fuerza, el secretario
general de la regional Córdoba, Agustín Tosco, dijo “El sistema se
escandaliza de los curas obreros. Los curas deben seguir como antes. Si hablan
de los derechos políticos de las masas se salen de su función. Claro que si
hacen política hablando y bendiciendo los actos oficiales, allí ya no hacen
política, allí cumplen con su deber. Si van a las villas miseria a llevar
consuelo y a pedir resignación, allí cumplen con el deber de ser cristiano y
preservar el sistema. Pero si van a hablar de los derechos de los pobres, de las
injusticias del sistema, allí son subversivos, extremistas o cualquier cosa
menos curas”. Eran tiempos en donde la Teología de la Liberación era consecuentemente
llevada adelante por curas y monjas en los barrios más humildes de argentina y
el mundo. Algunos sostienen que la primera fuente de inspiración de
la Teología de
la Liberación
fue la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos,
encabezada por Martin Luther King. Aunque también afirman qué nace en Francia en 1944, estos fueron
rehabilitados tras el Concilio Vaticano
II, promovido por Juan XXIII. En el caso de
España muchos de estos curas participaban en las revueltas sindicales
combatiendo contra el régimen franquista. Para antes de la asunción del Papa
Juan Pablo II - 1978-, momento en el cual las corrientes revolucionarias de
la Iglesia eran
perseguidos y masacrados, esta corriente había tenido gran aceptación en muchas
partes del mundo, teniendo como principales postulados: a) la salvación
cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e
ideológica; b) es un deber cristiano eliminar la pobreza, la explotación, las
falta de oportunidades e injusticias; c) la situación que vienen los pueblos
contradicen los designios de Dios y la pobreza es un pecado social; e) el
cristiano debe tomar conciencia de la lucha de clases optando siempre por los
más pobres; e) la creación de un hombre nuevo como condición necesaria para
asegurar el éxito de la transformación social; f) la libre aceptación de la
doctrina evangélica, es decir que el cristiano debe procurar primero por la
condiciones de vida de las masas explotadas y luego el adoctrinamiento
evangélico si la persona así lo desea.
Quizá uno de los más
destacados curas de nuestra Indo America fue el colombiano Camilo Torres, caído
en combate el 15 de febrero de 1966 en Santander Colombia, luchando en las filas
de Ejército de Liberación Nacional (ELN). Torres sostenía que la violencia surge
cuando la posibilidad de ascenso social por las vías económica, social y
política se clausuran. La violencia muestra al pueblo consciente de sus
necesidades y de su oclusión de los ánimos institucionales para plantear sus
reclamos. Esta posición, al igual que a muchos curas del mundo, le costo la
expulsión de la institución católica a algunos, persecución y muerte a muchos
otros. A mediados de la década del ´60, antes de alejarse por las presiones del
Vaticano, Torres le escribe al cardenal Córdoba: “Ser revolucionario es tener
conciencia de que no se puede dar de comer ni vestir ni alojar a las mayorías.
Esto obedece a que quienes detentan el poder constituyen una minoría económica
que domina al poder político, al poder cultural, al militar y, desgraciadamente,
también al poder eclesiástico. Es luchar contra las estructuras opresoras. Es
lograr educación para los hijos y acceso a la cultura para los económicamente
imposibilitados. Es no transigir con la mísera. Es reconocer en todo hombre,
cualquier derecho que le corresponda. Es no patrocinar el crimen. Es defender a
todo ciudadano del atropello y la injusticia sin distingo de credo y opinión. Es
promover la unión de todos los sectores de la infraestructura. Es no dejar
romper esa unión por los explotadores. Es rechazar toda represión injusta y toda
tiranía. Es luchar por la elevación integral del hombre. Es comprometerse a
fondo con base en la injusticia. Es sustituir los cuerpos colegiados
inoperantes, por organismos populares eficaces en vista al bien de la comunidad.
Es respaldar a los que luchan honradamente a favor del pueblo. Es no venderse a
cambio de recompensas, gratificaciones, promesas y prebendas. Es cumplir la
consigna recibida. Es rechazar todo imperialismo y cualquier tipo de
colonialismo. Es luchar por una efectiva justicia social. Es realizar una
auténtica democracia no dominada por grupos de presión, entendidos estos como el
conjunto minoritarios de individuos que disponen de todas las influencias como
las decisiones del poder. Es luchar contra el hambre”. Palabras contundentes
que lo alejaron para siempre de la institución católica.
Los últimos 30
años.
Los últimos 30 años
transcurrieron con bastante tranquilidad. La Iglesia mantuvo las concesiones
otorgadas por el estado en los años de sangre durante la última dictadura
militar. Desde 1979 arzobispos y obispos católicos reciben un salario mensual,
también llamada asignación, lo que los convierte en empleados públicos, con
beneficios como es el pasaporte diplomático, reciben su jornal de la comunidad
religiosa como de la laica a través de los fondos fiscales. Desde 1980 por la
ley 22.162 se le otorga un salario mensual a todo cura o vicario de parroquias
situadas en zona de frontera o con necesidad de promoción de desarrollo. El
desarrollo de la infraestructura por parte del Estado esta asociado con la
instalación de los edificios religiosos. Plaza, municipalidad, comisaría e
Iglesia es la receta de dominación repetida a lo largo de los años en los
pueblos de nuestra Argentina. A su vez en 1983 se sanciono una ley en la que el
estado debe colaborar económicamente con la formación del clero diocesano.
Durante el gobierno
radical de Alfonsín, se recalentó la relacion por la sanción de la ley de
divorcio en 1987; y para 1994 se suprimió algunos artículos de injerencia
religiosa como el requisito que exigía al presidente y vicepresidente pertenecer
a la comunión católica. Claro no deberíamos olvidar que el ejecutivo era
administrado por un musulmán, Menem, y su relación con el establishment
financiero era inmejorable.
La ley de matrimonio
igualitario encrespo al clero, que viene ofuscado por las últimas medidas: la
ley de educación sexual y el juicio por el terrorismo de estado que involucra a
miembros de la comunidad religiosa. Podríamos afirmar que la aprobación de la
ley de aborto, de la que tanto se viene discutiendo, seria la chispa que
encienda la pradera.
Una vez más la
sociedad argentina se dio al debate. La opinión fue dividida, y quedo bien claro
que los sectores más conservadores no querían perder, a como de lugar, en esta
batalla ideológica. La aprobación de la ley abre un camino hacia un cambio
cultural, aún en aquellos sectores que no reflexionaron y aceptaron la
posibilidad del cambio. Es una conquista hacia un sector importante de la
sociedad que encuentra libertades y derechos democráticos legítimos. Ser
reconocidos en una sociedad de excluidos, tener derechos, estar dentro de un
marco jurídico que ampare sus necesidades.
Esta división también
se dio en el seno de la comunidad religiosa. Tal es así, que el cura de Córdoba
Nicolás Alessio, perteneciente a la agrupación Sacerdotes del Tercer Mundo
Enrique Angelelli, fue amenazado con un juicio canónico y la prohibición de dar
misa por el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñañez. Un grupo de curas de Quilmes, de
opción por los pobres, no tardó en solidarizarse, al igual que otras
agrupaciones del país. Claro la opción por los pobres, por las minorías y por
los excluidos; cuestionando la realidad y luchando contra el poder hegemónico de
las minorías económicas que dirigen las instituciones eclesiásticas sigue siendo
una acción muy ofensiva para la Iglesia. Acción
digna de sanción, de expulsión y de difamación por los medios alineados
ideológicamente. Sectores de la comunidad religiosa miden como cuestiones
menores los hechos que involucran a Christian von Wernich con el terrorismo de
estado; al ex arzobispo de Santa Fe, Edgardo Storni, condenado a 8 años de
prisión por abuso sexual; o al mediático Grassi, sin prisión efectiva pero
condenado a 15 años por abuso y corrupción de menores; y tantos otros que nos
anoticiamos periódicamente a escala mundial. Ninguno de estos sufrió la
excomunión como se amenaza a quienes contradigan la línea ideológica dominante.
Debemos tratar de
entender la realidad y desde ese lugar analizarla. Por eso que más arriba
hacíamos referencia al lugar que ocupa culturalmente el credo católico en
nuestro pueblo. No podemos desconocer esto, ya que desconoceríamos una parte de
la realidad. Como decía Lenin, debemos reconocer a la religión como un asunto
privado respecto del Estado, y que las asociaciones eclesiásticas y religiosas
sean completamente libres, independientes del Poder, y de ciudadanos unidos por
la comunidad de creencias. Luchar contra la religión que enseña
la resignación y que ampara la explotación, bajo la cortina de humo de
recompensas de tanto sufrimiento terrenal en otras vidas de ultratumba – cielo-,
es una tarea cotidiana para fortalecer la subjetividad de nuestro pueblo, en la
lucha contra la hegemonía ideológica de la clase dominante.
<!--[if !supportFootnotes]-->
<!--[endif]-->
<!--[endif]-->
<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> En 1960, según estadísticas del CONICET, el 90% de los
argentinos se declaraba católico, hoy el 76%; ateos, agnósticos e indiferentes
11,3%; evangélicos - Pentecostal,
Bautista, Luterana, Metodista, Presbiterianos, Libre y Asamblea de Dios-
9%; Testigos de
Jehová 1,2%; Mormones 0,9%; otras
1,2%
<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]--> Muchas de
estas creadas en Estados Unidos por la CIA y Pat Garrison como su exponente más
popular, con fines claramente burgueses en defensa de la sociedad capitalista.
En argentina quizá el hombre más conocido es el “pastor” Jiménez.
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